viernes, mayo 05, 2006

En la Puerta del Horno

La frecuencia de los pasos que la llevan al destierro de sí misma y a la segura ofrenda en la que se está convirtiendo su cuerpo hacen que derrepente todo intento por preservar la conducta afable, de la cuál nunca ha carecido, logre destapar una vorájene de elocuentes avistamientos, como si se tratara de una olla bulliciosa de donde emergen todo tipo de alimentos listos para servirse. Hasta que al fin otra vez se encuentra en medio del ajo del aceite hirviendo que quema su piel con un sabor insaciable, todo termina bien, bien digerido al más puro estilo de las mejores sesiones de festín veraniego con las que gozaba antiguamente. Súbitamente antes de verse completamente devorada, no supo cómo, pero la fiebre comenzó a aumentar en su vientre, y la idea de ser cortada por ese trozo verdaderamente placentero fue incrementando el poder debastador del hambriento deseo de engullir ferozmente a ese corpulento plato preparado sólo para la ocación otoñal. Rápidamente él comenzó a saborear todo su cuerpo, conviertiéndolo en una suave masa al horno, que prontamente tendría lugar en su boca partiendola en pedazos.