El temor de las zigzageantes caderas lo enmuedecen, ya quisiera tenerla en sus brazos, poseerla y nombrarla a los cuatro mil vientos....sí porque para él no existe más que la autoflagelación interna que e desdice con el caminar de sus fogeantes y turjentes músculos que pasan despavoridos ante la suculenta atracción que le provoca su mirada. La intimidación que siente sólo lo deja sumirse en una burbuja de llanto y celos, remordimientos y rencor, pero sin duda todo este cúmulo de sensaciones lo dejan jadeante y solicitante de una dosis de placer ante la murga de sus movimientos que hacen de su cuerpo terreno fértil a la destrucción y al calor del concilio entre ambas formas delirantes y yacentes al combate.Todo lo convierte en un entrenamiento duro y explosivo que abre sus sentidos a la gloriosa experiencia de encontrarse con ella y esperar la llegada del entumededor comienzo...del abrazo serpentino que más tarde se transforma en una escalofriante madeja de caricias y suntuosas estocadas que preparan el terreno para la siembra fructífera de cada gota de sudor derramada anteriormente, del comenzar zigzageante del que fue preso... el murmuro de los cortos acercamientos antes vividos.
Luego, despacio muy despacio se acerca y nuevamente corrije posturas y enaltece las caderas para prominarle los más exquisitos y duros sablazos de efusión y ganas de partirla en dos, para asi llegar a contener juntos la magnífca sensación de conseguir entrar al suburbio de los gemidos y el destilar de ese jugo sabroso y poderoso del cual no hubo mayor antecdedente en su cuerpos ahí votados, tirados y tendidos en medio del escenario culebreándose al más puro estilo de dos sueltas y locas vívoras prestas al encunetro carnal.
Se le enrojecen las orejas, se erizan sus pelos, revolotean por todos lados las miradas que le provocan la indecencia de eso que escondió por muxo tiempo, deja que afloren todos los sentidos y se sumerje en una magia de poder y penetración indócil al escándalo y apasionado por desatar la locura de sentirse jadear sobre ella llenándola de idolatría por sus besos y por el desahogo que le provoca llenarla y satisfacerla en lo profundo.
Ella no pueda ,sino, hacer replicar todo ese jolgorio por enclavarse en sufigura, destronando asi toda presencia enmudecedora de calor adyacente al sudor continuo antes destilado por aquella otra presencia.